jueves, 5 de enero de 2017

Taxistavoldemort

Es Navidad en Chile. Con la Coatlicue vamos terrible de apurás a tomar el bus para pasar las fiestas en Ciudad mini. El taco convierte Santiago en un gigantesco intestino con estreñimiento. El bus sale en trece minutos. Tontamente se me ocurre: “En taxi va a ser más rápido. Hay que tomar la Alameda y ya”. No existen taxis por Merced, sólo gigantescas camionetas cuatro por cuatro de viejas culiás del barrio alto. Derritiéndonos llegamos hasta la esquina de José Miguey de la Barra, más allá Merced se asoma vacía y productiva. Y yo bien ahueoná, bien azopá la culiá, se me ocurre no seguir por ahí sino torcer por Victoria Subercaseaux, siguiendo las luces de varios taxis coqueteándonos. Entonces avanza la materia fecal, los taxis pasan soplaos delante de nosotras y no nos paran. Más atrás, más lejos de Merced libre y del camino hacia la Alameda se asoman otros dos taxis. El chofer del taxi más cercano está pelado a lo Voldemort y mira con gelidez el intestino embotellado. Mientras me acerco percibo una extrañeza fría y sigo de largo, hacia el segundo taxi, no me tinca pa ná ese taxistavoldemort. Siempre lógica, la Coatlicue detrás mío me llama para que nos subamos. Le hago caso y me devuelvo, no escucho mi intuición. Presiono la manilla de la puerta trasera y no abre. Trato de nuevo y lo mismo. Me asomo por el vidrio del copiloto y le pongo quizás qué cara de impaciencia al taxistavoldemort. Desde adentro me grita: “¡Fuerte!”. Me molesta su voz rasposa, estoy más atrasao que la chucha y este taxi que no abre, dan el verde y al fin la manilla cede, me tiro contra el asiento trasero con mi mochila gigante, la Coatlicue me sigue y cierra la puerta, pero la goma de esta queda colgando, el taxista le grita a la Coatlicue: “¡Mire lo que hizo! ¡Cierre bien la puerta pueh! ¡No me destroce el auto!”. Y ella reacciona abriendo sus ojos abismales y acercando su cara al taxistavoldemort, lista para dar el zarpazo, y este se le acerca también, gritándonos y salpicándonos de saliva: “¡Es mi auto! ¡Es mi auto!”. De una mirada le digo a la Coatlicue que abra la puerta, y mientras nos alejamos el taxistavoldemort sigue gritando: “¡Váyanse conchasumadre! ¡Váyanse maracos culiaos!”.

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