miércoles, 19 de abril de 2017

Censo

El colombiano del frente está en su balcón. Medita exhibiéndose en poses griegas, con su magnífico torso descubierto, inclinado cuarenta y cinco grados hacia el cielo. Un pene erecto. De repente, se deja caer melodramáticamente. Su pecho queda detrás del balcón, pero no sus brazos, del ancho de su cabeza, colgando uno al lado del otro, en un triángulo que no alcanza a realizarse y sus ojos pequeños y almendrados envolviendo una nariz fina, el rostro triangular, anguloso, suave, con orejas circulares, no demasiado femenino en sus cejas portentosas, en su barba abundante y bien afeitada. Ladea la cara y me dice grindr, quierosexo, véngase pa acá, estira la trompita adelgazando aún más su cara. Luego se para, contrae un pectoral o dos y se mete al departamento. Por lo menos saldrá en strapless, pienso, pero no, baja con su hijo y su señora a comprar empanadas. No existe otra cosa el día del Censo. Todos los lugares cerrados, el supermercado, el mercado, la Vega, los chinos, los indios, los tailandeses y los mojojojo. Menos el Papi Pizza, relleno total, su dueña sentada detrás de la caja asegurando que va a haber pan toda la noche, que no cunda el pánico porque ellos, los Papi Pizza, van a alimentar a todos. Y mientras vuelvo y me como una empanada, aunque Colombia ya no esté más, igual me lo imagino frente a mí, sólo su rostro flotando hologrameado, mientras me voy a la chucha con el mejor orgasmo de las últimas cuarenta y ocho horas, cerrando los ojos, teniéndolo, desprendiéndome de los alemanes bizarreantes de tambler.

jueves, 13 de abril de 2017

Jueves de Cáscara

Me encantan las religiones. Pero el catolicismo es una cáscara vacía, drenada de contenido. Maldice el cuerpo, practicando la maldad que tanto dice combatir. Yo desde chique conversé directamente con dios. Me enseñó mi mamá, que siempre le ha hablado a dios en la cara. Fervorosa, acostada en su cama viendo Puente Viejo.

domingo, 2 de abril de 2017

El Deseo Invisible (fragmento)

Al terminarse el sándwich, el Ricardo lo invita a un hotel que hay a la vuelta, el Óscar acepta. En la oscuridad roja de la pieza rentada, luego de atravesar el pasillo café humoso, el Óscar de espalda se deja sacar el suéter a rayas, luego el pantalón pata de elefante. Cuando queda desnudo, el Ricardo lo acaricia con la mirada, un rato largo, hasta sentir que el pene se le para solo, lo que ya no le pasa con su esposa. Luego le pide que se le siente encima, mirándolo de frente, sólo para observar cómo se contorsiona de dolor y de placer mientras se lo mete.