domingo, 25 de diciembre de 2016

Cualquier día

Una puntada me camina la cabeza, desde atrás hacia adelante, intensamente en la coronilla. Tengo el sahasrara pal pico. Me levanto de la cama. “La caña va y viene”, repito mientras abro el refri en busca de la salvación: un jugo de plátano y maca, casi congelao en el fondo de la juguera. Azúcar. Nutrientes. Al seco. Los dedos de los pies ya no me sostienen, el flujo de mi sangre pierde intensidad. Poco a poco me desintegro en el sudor frío, la saliva infecta y salgo corriendo. Arcada uno. Vómito me llena la boca, logro mantenerla cerrada hasta llegar a la taza del baño. Arcada dos. Ácido me sale por la nariz y por la boca, amarillo turbio, unos frijoles chapoteando indigeribles. Arcada tres. Multiplicación del vómito, que ahora es un chorro rojo, ángel de la anunciación del cáncer, el cardias pinchándome el cuello y crujo de más vómito, revoltijo de tortilla con frijoles refritos y ahuacate de anoche, todo líquido en modalidad acidez, dentro del caldo sempiternamente fecal con una pizca de cifcloro de la taza del baño. Me dan ganas de cagar, me siento y hago aguachento y bien podrío, ya casi tengo una sopa Spiniak. Tiro la cadena. Le paso cloro a la taza a mano pelá. Beirbac manal.

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